Discriminación



Un Ferrari en Lima: Una Patada a la Pobreza
Las diferencias en los estratos socioeconómicos en nuestro país son abismales, ya que los ingresos de las clases adineradas están muy por encima del de las clases pobres, e incluso del de las clases medias. Según el estrato al que pertenece una persona o familia, se definen una serie de comportamientos, formas interpersonales de comunicación y establecen un grupo de tendencias sobre posibles conductas que se ven reflejadas en distintas circunstancias. Para contextualizar las diferencias en los estratos basta pensar que solo el 3.4% de la población limeña es adinerada mientras que los niveles socioeconómicos bajos son de 32.3% bajo y 31.7% muy bajo, además de un sector marginal con 18.0%.  Por otro lado, la clase media sale a flote con un 14.6%, la cual en conjunto con la clase rica sumaría tan solo un 18.0%, las clases “altas” no llegan ni a una cuarta parte del total de la población limeña.







El estrés de manejar en Lima
Regresando al estrés que enfrentan los conductores al caótico tránsito limeño el cual representa una de aquellas circunstancias, en la cual afloran los insultos que connotan ciertas referencias a los estratos sociales y de diversa índole: “Desempleado de mierd*”- en referencia a un taxista, “Mujer tenias que ser“;combista asqueroso” e incluso se tiende a generalizar la expresión “cholo” ligada a toda una masa marginada de estrato socioeconómico bajo. Este abismo simbólico conceptual generado por los diferentes ingresos salariales crea en nuestra sociedad formas de comunicación y de relaciones interpersonales verticales. El lenguaje jerarquizador por parte de los individuos se contrapone al concepto ciudadanía en la cual dos personas son consideradas como dos gotas de agua, idénticas, para el Estado, el Estado de Derecho, la autoridad pública y entre los propios con-ciudadanos. 



Miraflores - Zona turista de Lima 
Tal y como lo plantea la constitución: “Toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley. Nadie deber ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole”. Este principio no solo debería funcionar entre el Estado y sus ciudadanos, sino además entre los ciudadanos dentro de cualquier espacio público. Sin embargo lo que sucede en nuestro país – y en líneas generales, en muchas partes de Latinoamérica – es que nos resulta difícil tratarnos como iguales, pues no vemos al resto de personas como con-ciudadanos sino como individuos de peculiares características.  (Martín Santos p. 7)


Invasiones debido al centralismo
El mayor problema de las formas verticales de comunicación  dentro nuestro contexto sociocultural, el cual florece y se muestra tal  como es ante el estrés del tránsito, es que no permite que una nación que lo tiene todo a nivel de recursos naturales sea pobre. Esto se debe a que el sistema de identidades en el Perú no es igualitario, ya que la gente se ve una a otra como menos, salvo en los casos en los que los individuos se reconocen como iguales, el cual es escaso en relación al primer grupo. Como consecuencia al vernos como diferentes el sentimiento nacionalista se extingue y en una sociedad heterogénea es más difícil que se desarrolle.

Fuentes:

APEIM. "Niveles Socioeconómicos en Lima Metropolitana y Callao". Miraflores: abril de 2005, fecha de citación: 14 de Noviembre 2011.  http://www.apeim.com.pe/images/IF_Niveles_Socio.pdf

SANTOS ANAYA, Martín. "¿Sabes con quién estas hablando? Un ensayo sobre la dinámica individuo-persona en la sociedad peruana". Lima: Instituto de Defensa Legal 1999 p. 7


Alfredo Aguilar.



¿Qué entendemos por racismo?
A pesar de ser el Perú multicultural, el racismo es un fenómeno latente en el Perú. La discriminación racial no es algo reciente. Es la consecuencia de un largo y penoso proceso que ha durado siglos. Los discursos racistas en la historia social y política del Perú han establecido una barrera social, en la cual hay excluyentes y excluidos, pero que en algunas ocasiones comparten el mismo lugar.
El racismo es algo más que el menosprecio y la marginación. Se trata de un discurso ideológico que fundamenta la dominación social teniendo como uno de sus ejes la supuesta existencia de razas y la relación jerárquica entre ellas (Flores Galindo; 1995; 219)

En las relaciones sociales entre los peruanos se encuentran internalizadas una serie de actitudes o pautas de comportamiento que a fuerza de repetirse cotidianamente hasta ya nos parecen normales. Sin embargo ellas establecen una serie de discriminaciones solapadas o abiertas (a nivel de raza, género, cultura, etnia, región, nivel socioeconómico, etc.) que son fuente de frustración o humillación habitual para muchos y que a la vez alimenta la violencia.

Nuestro lenguaje está impregnado de connotaciones racistas; el trato entre nosotros (y nuestra cortesía y consideración) están en función del color (y tonalidades) de la piel de nuestros interlocutores. Lo curioso es que todo somos a la vez discriminados y discriminadores.

Como en todo conflicto, las ofensas van y vienen de un lado y otro, y es ahí donde se hace presente la discriminación racial, es ahí donde se comienzan a lanzar las coloridas frases llenas de resentimiento, prejuicios, etc. Se trata de frases espontaneas, que surgen en el momento de tensión, y claro, nunca falta algún “cholo”, “negro”, “serrano”, entre otros, acompañado de improperios más habituales con el propósito de ofender a nuestro interlocutor.
Entendemos que en un conflicto las partes implicadas se defiendan, y teniendo el transito de transporte urbano como contexto, seguramente lo más viable es insultarse, lanzar groserías por doquier, ¿pero por qué tiene que asomar alguna expresión racista? ¿Acaso llamar cholo o serrano al otro es lo más ofensivo que podemos decir?

El caos vehicular de la ciudad de Lima es la chispa que enciende el conflicto diariamente entre individuos, dejando aflorar un discurso con un componente racial muy claro y sumamente violento. Las pistas y los automóviles son pues uno de los tantos lugares donde se plasman las grandes frustraciones nacionales heredadas desde la colonia, desarrolladas en el periodo de la república y que hoy persisten de manera sólida en el imaginario popular y son temas habituales de diálogos altisonantes: “¡Cholo de mierda!“, “¡Aprende a manejar, serrano!”, “¿Crees que porque eres gringo haces lo que quieres?”.

Al revisar nuestra historia, vemos como los actores de nuestra ciudad han crecido apartados uno del otro, dando lugar a la exclusión social. A través de décadas, cada grupo va formando e interiorizando códigos de convivencia civil bastante diferentes uno del otro. Por ejemplo, el control policial de las pistas son mucho más estrictos en distritos de nivel socioeconómico A o B. En menor grado sucede en distritos del nivel socioeconómico, como el C. En sectores D y E la presencia policial es inexistente. La crisis económica de los años ochenta y comienzos de los noventa arrojó a miles de desempleados al transporte público, con escaza o nula capacitación. Consecuencia: el conflicto se hizo más común entre los miembros de la comunidad, persistiendo hoy en día.
A nivel interpersonal, es esencial empezar señalando que previo al conflicto entre dos individuos en el tránsito (ya sean conductores o peatones), el racismo está enraizado en la mentalidad de al menos uno de ellos. Siguiendo la tesis de Jorge Bruce en su obra “Nos habíamos choleado tanto: psicoanálisis y racismo”, el individuo, al desarrollarse y a medida que pasa el tiempo  y se involucra con el entorno que lo rodea, va elaborando códigos culturales en los cuales se asigna un rol específico en el inconsciente a un actor que en el futuro empezará a representar lo que se teme, lo que se repudia, incluso lo carente de estética. En nuestro país, ese rol lo cumple por lo general toda persona con rasgos no caucásicos, en especial el indígena.
Entonces, sucede un determinado hecho que es el detonante del conflicto y que tomará matiz racial. Aquí entra en juego dos elementos: la interculturalidad y la desigualdad. Nuestra sociedad desconoce este concepto a tal punto el primero que los diferentes grupos étnicos son ajenos el uno al otro. Es el resultado de la historia de nuestro país y de lo poco que se ha hecho por resolver este problema. Esto genera entonces desigualdad no solo a nivel económico, adquisitivo. También a nivel cultural, donde cada grupo vive en un espacio determinado lejos del otro, y en el cual se crean códigos de convivencia que llegan a ser sustancialmente diferentes a otros grupos. Pongamos por ejemplo el control vehicular (seguridad, señalizaciones, cámaras, sanciones, etc.) que existe en zonas de nivel socioeconómico A o B y aquel que se da en zonas D o E. Entonces la diferencia cultural y los poco semejante códigos que manejan, generan un conflicto, al margen del motivo que lo causó. 
En esta etapa, el conflicto es tomado por cada individuo como una transgresión a su espacio. Se ponen en marcha entonces los mecanismos de defensa y agresión de cada uno de ellos, a través de la comunicación verbal (insultos racistas) o incluso no verbales (mirada, actitud de desprecio o indiferencia).  Es en este momento donde afloran los impulsos elaborados desde la infancia y que se encuentran almacenados en el inconsciente. El racismo es bidireccional, es decir lo puede generar ya sea el individuo caucásico (o que tiene menos rasgos andinos en comparación al otro) al denigrar al otro tanto no solo por su capital material, sino también por su capital cultural (el otro como ente no educado, víctima de  lo que Pierre Bourdieu denomina Racismo de la inteligencia. A su vez, esto genera el racismo inverso, la respuesta consciente de la agresión y que cae en la misma lógica irracional que el primero.








En la actualidad, podemos encontrar que tanto hombres como mujeres rondan las (caóticas) calles de Lima en sus vehículos. Lo que nosotros quisimos investigar es cómo se perciben los unos a los otros, para así poder probar o refutar el mito de la inferioridad de las mujeres al manejar.


Estudios en España demuestran que, por lo general, las mujeres "llegan a considerarse buenas conductoras dos años antes que los hombres."


Pero volvamos al Perú.


Estudios acá señalan que el 51% de mujeres aseguran que las mujeres son más confiables que los hombres al volante, y por otro lado, sólo el 39% de los hombres asegura que ellos son más confiables. Del mismo modo, las entrevistas que pudimos hacer reflejan esta confianza que se tienen las mujeres conductoras.


Entonces, ¿cómo surge el mito de que 'mujer al volante, peligro constante'?



Imagen: www.confused.com/

El Perú, como bien sabemos, es un país todavía muy conservador que mantiene algunas costumbres machistas que se remontan a varios siglos atrás. El hombre es -en muchos casos - el único sostén de la familia y la esposa es ama de casa. Es el hombre el que se moviliza en carro y la mujer pide permiso. Si bien no todos los hogares siguen este molde, en la mente de la gente aún podemos encontrar residuos de esta mentalidad arcaica. Los insultos de parte de los hombres hacia las mujeres se pueden escuchar en cualquier parte de Lima en cualquier momento, y algunas mujeres que entrevistamos nos contestaron que sí habían sido víctimas de insultos de parte de los hombres. Estos insultos van desde lo más común: "¡Tenía que ser mujer!" hasta lo más pintoresco: "¡Regresa a la cocina!". Lo que editamos en su entrevista fue su respuesta, pero igual es importante resaltar que las mujeres no se están quedando calladas.



En conclusión, el conflicto hombre-mujer se va a dar siempre que se mantenga esta actitud machista en los peruanos y, en especial, siempre que hayan accidentes o roces entre ambos géneros en la pista, ya que esto alimenta el mito de que las mujeres son peores conductoras que los hombres, así como esta 'sublevación' femenina que permite que cada vez más mujeres se suelten en las calles -ya sea su lengua o en su manera de conducir.




Es importante resaltar también que la autoridad femenina es la que se encuentra más perjudicada. En un mundo tan machista como el nuestro, las mujeres son atormentadas en todos los ámbitos laborales, inclusive siendo la autoridad.  Tuvimos la oportunidad de hacerles unas breves preguntas a dos de ellas, ambas afuera del Jockey Plaza, pero ninguna quiso ser filmada. En sus respuestas encontramos que ambas habían sido víctimas de algún tipo de agresión verbal por parte de los conductores, lo cual indica un grave vacío en la educación vial de los peruanos y mínimo sentido de respeto

Sin embargo, aún se pueden encontrar ejemplos de policías íntegros que no se dejan soslayar por los conductores soeces, ya sea por sus insultos o intentos de coima. Estos merecen un reconocimiento público para así incentivar este tipo de comportamiento entre los demás policías.


Acá un ejemplo:



Autoridad
  1. ¿Se siente respetado al ejercer la ley? ¿Por qué?
  2. ¿Cómo es el trato con los infractores?
  3. ¿Por parte de que género de conductores siente que recibe mejor trato?

1.    La verdad es que no siempre.
2.    Tratamos de ser lo más serios posibles y no usamos la fuerza a menos que sea absolutamente necesario.
3.    Normalmente las mujeres son las que más cooperan.

1.    A veces. El ciudadano no siempre demuestra su respeto hacia la autoridad.
2.    Se procura emplear un tono formal pero cordial.
3.    Hay de todo, en verdad.

Mujeres
  1. ¿Cree que hay diferencias en las formas de conducir entre hombres y mujeres?
  2. ¿Por parte de que género, frente al tráfico, siente que ha sido más agredida?

1.    Sí, normalmente las mujeres siguen más las reglas de tránsito que los hombres.
2.    Por los hombres, creo que son más agresivos al manejar que las mujeres.

1.    En mi corta experiencia manejando (10 meses) he notado que hay tanto hombres como mujeres que manejan realmente bien, así que no, creo que no hay diferencia. Manejar es una habilidad que cualquiera puede tener, no importa el género.
2.    Hombres, mayormente, que creían que porque soy mujer debo “regresar a la cocina”. Sin embargo, jamás he tenido un accidente.

1.    Sí, los hombres manejan de una forma más agresiva, las mujeres de una manera más distraída.
2.    De ambos, pero los hombres lo hacen a propósito, las mujeres no se dan cuenta de lo que hacen hasta que sucede.

En conclusión, si esta conducta grosera no se arregla ahora, con el tiempo sólo se va a empeorar, y esto a su vez aportará poco a la mejora de la estructura vial, ya que el policía es figura clave para ejercer el orden en las calles. Si nosotros, ya sea como peatones o como conductores, no les tenemos el respeto que se merecen entonces no van a poder imponer el orden que tanta falta hace en las calles, y como consecuencia les continuaremos perdiendo el respeto, y así se formará un círculo vicioso en el cual los únicos perjudicados seremos todos.